Ir a la peluquería, para mí, es como ir al cine en muchos sentidos. Principalmente porque una vez que estoy adentro me olvido de todo. Agarro la primer revista que tengo enfrente, me leo la vida y obra de todos los famosos, y fantaseo con tener los mil eventos que ellos tienen, las casas divinas sobre el mar, y el Jet privado para viajar a dónde quiera.
Así, mientras tengo los pelos puntas para arriba, papeles metálicos que me hacen ver como un alien (maldita y divina tintura), y los pies metidos en agua (bendita belleza de pies), yo me transporto a otra vida por unos instantes. ¿Quién diría que la mente de una mujer viajaría tanto en un salón de belleza?
No sólo es una experiencia que te aleja por unos instantes de tu rutina, sino que es en dónde socializamos como nunca. Me suelo cuestionar cómo hacen estos profesionales para recordar el nombre de todas sus clientas e incluso: su vida! Considero que los peluqueros ya tienen cubierto un curso básico cómo psicólogos con su experiencia; cada historia deben de escuchar! Éste punto merece una entrada aparte.
Mi experiencia personal cuando voy a la peluquería es llegar sintiéndome una piltrafa humana; entregándome en manos de alguien que me mime y haga sentir más linda; y salir sintiendo aún más linda de lo que soy!
¿Ustedes cómo lo viven?
¡Anímense a contarnos su experiencia!